lunes, 28 de julio de 2008

APRENDIENDO A LUCHAR

Cuantas veces nos sentimos atrapados en nuestras herencias y caminos. Aquellas nubes que enturbian nuestro cielo, con temor, hacen dudar el final.

Caminamos ciegos intentando percibir errores y aciertos, pisando con miedo y soberbia a la vez. Escapamos del infierno encerrándonos una y otra vez en él. Un simple final que solo lleva a un final solitario, tan solo para volver a empezar, con una mochila cansada de llenarse cada vez más. Condenamos nuestros errores con rencor, tratando de olvidarlos. Buscamos sin descansar esa receta que se perdió en una tormenta de incertidumbres, sabiendo que nunca volverá, resignándonos a sonrisas baratas adormecidas con alcohol.

El infierno sigue creciendo, las sombras se suman, aparecen cuerpos dibujados con carbón, las llamas crecen pero no producen dolor, el cuerpo asimila el sufrimiento, aunque el alma se llena de cicatrices imborrables, gruesas, espesas, pero imperceptibles a los ojos de la superficialidad.

Seguimos de pie alternando caídas, aunque cada una parezca la última, muchas veces corremos y otras tantas nos sentamos a pensar, a llorar…

Las esperanzas renacen con a penas una ilusión, aunque muchas veces sea solo producto de nuestra obsesión.

Y a pesar de haber caminado por largo tiempo, todavía no sabemos como hacerlo, los caminos se tornan más sinuosos y las piedras cada vez son más grandes, seguimos cosechando miedos en esta ruta y la experiencia solo los acrecienta en ves de ayudarnos a seguir.

Otra vez nos encontramos en el medio del espiral, es tan distante el principio como el final. Sabiendo que tan solo nos queda volver a empezar, convertir los miedos en escudos y armas, dejar de escapar y de una vez por todas aprender a luchar.
Cometimos el error de pensar que el mundo era redondo e intentar vivir en él, el verdadero mundo esta entre nosotros esperando que nos dignemos a descubrirlo, para vivir junto a él. El verdadero mundo tiene nombre y apellido y no se llama tierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te amo como nunca ame a nadie, gracias por existir y por cuidarme tanto.



Antonela

Anónimo dijo...

 Cuando una persona siente que todo lo que tiene en el mundo va desapareciendo y cree que no hay una mínima esperanza de salvación para su alma, sangra…
Pierde todo lo que más quiere, lo que más valora; se confunden sus sentimientos y no consigue saber qué es lo que está bien y lo que está mal, lo que le conviene y lo que no.
Su cuerpo se debilita, sus defensas bajas la hacen vulnerable a todos, no encuentra en su interior la respuesta a este dolor, siente que no tiene a nadie a su alrededor que la arrecie tal cual es, no encuentra a nadie que la ame sinceramente y que no busque jugar con ella me ilusiona en cualquier hombre esa esperanza de amor mutuo.
Quiere cumplir con todo lo que quiere y como no puede se siente impotente, que todo lo que hizo durante su vida por ser mejor persona fue en vano, y decide cambiar, pero no sabe que tiene que cambiar y lo que puede provocar ese cambio en su alrededor.
Simplemente, está buscando una luz de esperanza, para poder volver a reír, a ser feliz…
Sabe que en el futuro todo va a cambiar y su mente estará abierta para afrontar cualquier desafío, pero hasta ese entonces, seguirá penando su corazón y seguirá derramando lágrimas. Maylu
mlauragalvan@hotmail.com